Paco Umbral en las Grandes Biografías de Zafarrancho Vilima
Zafarrancho Vilima - Un pódcast de Zafarrancho Vilima
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Hoy recordaremos a Francisco Alejandro Pérez Martínez, Paco Umbral, el más delicioso y cómico faltón de la España tardofranquista. El pequeño Paco nació aquí, en Madrid, el 11 de mayo de 1932. Su padre era Alejandro Urrutia Cabezón, un abogado cordobés afincado en Valladolid, padre del poeta Leopoldo de Luis, y su madre, Ana Mª Pérez Martínez, secretaria de un abogado cordobés afincado en Valladolid, padre del poeta Leopoldo de Luis. Sospechosamente cuando su madre estaba embarazada de 3 meses el abogado cordobés la despidió y la pobre se tuvo que ir a Madrid porque era una vergüenza tener un hijo de padre desconocido, porque por lo que sea en Valladolid lo de la deducción lo llevan regulá. Al pobre Paco no lo quería ni la bruja de Hansel&Grettel. Fue criado en un pueblo de Valladolid por una nodriza hasta los 5 años y como la madre aparecía allí 1 vez al mes y decía que era la Tía May, el niño se creía que era la del Ocaso. Sólo lo visitaba Luisa, su abuela materna, pero no le llevaba ni un taper, que cuando al chiquillo le preguntaban cuáles eran las mejores croquetas del mundo, el pobre decía que la de los 100 montaditos. Como siempre estaba malito no pudo ser escolarizado hasta 1942, con 10 años, y no pudo terminar la EGB porque le pedían presentar la partida de nacimiento y si se descubría que la madre era soltera, perdería el trabajo de administrativa en Madrid que se sacó por oposición y porque el abogado cordobés tuvo remordimiento de no darle ni pal Dalsy y le dio un empujoncito. Bueno, otro. A los 14 años encontró trabajo de botones en un banco de Valladolid. Vamos, que era un milagro que Paco supiera leer y escribir, pero él era autodidacta, como las inteligencias artificiales que sueltan en Twitter, por eso se volvió un poco Hater. En 1950, al cumplir los 18, estuvo a punto de ir a la mili pero le entró tuberculosis antes de que le llegara la carta. En 1953, cuando Paco tenía 21 años, se murió la del Ocaso y él dijo que descansara en paz y que le pasaran a Santa Lucía. En 1958 emprendió su carrera periodística en El Norte de Castilla enchufado por Miguel Delibes. A partir de entonces ocultaría sus verdaderos apellidos porque le parecían vulgares para alcanzar la fama, empezando a firmar como Francisco Umbral, porque Preysler ya estaba cogío. En 1959 se casó con Mª España Suárez Garrido, que si Abascal encontrara a alguien con ese nombre en Tinder se le pondrían los velltos del brazo como bigotes de langostinos. En 1961 se fue aquí, a Madrid a triunfá, con menos dinero en la cuenta que Luis del Olmo en 2011, así que la mujé le dijo que fuera yendo si eso. Paco se fue del tirón al Café Gijón porque lo vio en Tripadvisor. Allí encontró la amistad y protección de Camilo José Cela. De hecho, Paco consiguió el eco literario y la popularidad que ambicionaba con la novela “El Giocondo” donde ponía a parir a asiduos al Café como Adolfo Marsillach, Paco Rabal o Fernando Quiñones, que quiso calentarle los empastes el día que Umbral volvió allí diciendo que era bromi. Los dueños le dijeron que, a partir de entonces, hiciera favor de irse a tomarse el café al Starbucks. En 1968 tuvo a su hijo Pancho, del que sólo pudieron disfrutar 6 años. Con todo esto que os he contado, es normal que Paco tuviera más malage que un funcionario de tráfico. Paco tenía entonces 42 años y se entregó a la escritura. Ya en esta época tenía las gafas con los cristales como el culo de un botellín de cruzcampo, los fulares finito que no abriga der tó, pero da gustito en el pescuesi y la melenita que te hace cosquillas en la nuca pero no llega pa hacerte una cola. Era mujeriego, la mujer tenía más cuernos que “Islero”, pero ella se lo permitía porque mira, así no lo tenía tor día en casa bebiendo güisqui sin hielo, porque decía que quedaba más Bogart. Supongo que al 5º güisqui hasta yo me creo que me parezco a Humphrey Bogart. Ostentoso, pedante y enfermizo, Lola Flores lo apodó “El constipaillo” y quienes lo conocieron dicen que en verdá no era así, que tenía un humor ácido, vamos, un genio al que le faltaba una puntá. En 1992, Mercedes Milá lo entrevistó en una tertulia de su programa “Queremos saber” y viendo Paco que venían los anuncios y se acababa el tiempo soltó su inolvidable “OIGA, QUE YO HE VENIDO AQUÍ A HABLAR DE MI LIBRO” convirtiéndose durante varios años en una coletilla popular al nivel del “COBARDE” de Chiquito. En 2003 le entró una neumonía que estuvo 6 meses cambiando la bombilla del final del túnel aunque aguantó un poquito más, hasta el 28 de agosto de 2007, cuando le dio un ataque al corazón, dejándonos a los 75 años, aunque ustedes siempre podrán recordarlo cada vez que paguen el ocaso o tengan que arreglar un papel en tráfico.