Celia Cruz en Las Grandes Biografías de Zafarrancho Vilima

Zafarrancho Vilima - Un pódcast de Zafarrancho Vilima

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Hoy miraremos atrás para recordar la vida de Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso, que aunque por los nombres no lo parezca, su madre la quería un montón. Hoy hablaremos de la vida de Celia Cruz, la Lucrecia de marca. La pequeña Celia nació en La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es la Habana con más salero, Cuba, el 21 de octubre de 1920 o 1924 o 1925, no se sabe muy bien porque no decía la edad ni pa renovarse el DNI. Su padre, Simón Cruz era fogonero de ferrocarril, que el pobre hombre tenía que tener los pulmones como el sobaco de Morgan Freeman. Su madre, Catalina Alfonso Ramos, era ama de casa pero porque no pudo ser cantante, porque la mujer cantaba pa hacerla fija en Mocedades. Celia se crió con ellos y sus 3 hermanos: Dolores, Gladys y Bárbaro, que la madre parecía que le ponía los nombres a los hijos por cumplir una promesa, que a ver cuando las madres prometen no comer chocolate y dejan tranquilos a los demás. También creció rodeada de más primos que los niños de los Brady, así que una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que arrullar, y es que uno de los quehaceres de Celia era dormir con canciones de cuna a los más pequeños de la familia. Así fue como Celia empezó a cantar, pero que esto tampoco significa nada porque yo también empecé así y canto que parece que me están atropellando. Aunque su madre sí fue capaz de reconocer ese don cuando con 11 o 12 años, la niña le cantó a unos turistas que quedaron tan impresionados que le compraron unos zapatos. En un mes Celia calzó a sus 3 hermanos, sus 11 primos, su padre, su madre, sus tíos y a uno de Granollers que pasaba por ahí. En sus ratos libres, la pequeña niña miraba por los ventanales de los cafés para observar los bailes de las orquestas, pero su padre le dijo que ni orquesta ni orquesto, que ella lo que tenía que hacer era estudiar para maestra. Por no escuchá al padre, que era más pesao que Ferreras con el pactómetro, se metió en magisterio, pero cuando estaba a punto de terminar la carrera, hizo un Pere Aragonés y la abandonó para ingresar en el Conservatorio Nacional de Música. Ya en esta época cantaba en las corralas habaneras, que son las casa vecino de nosotros, y participaba en concursos radiofónicos donde ganaba un pastel, una caja de rotuladores Carioca o una gorra de Unicaja, hasta que en uno de ellos ganó 15$, que se puso más contenta que Fernando Alonso cuando consigue terminar una carrera. Celia empezó a cantar en varias orquestas haciendo incluso giras fuera de Cuba, hasta que en 1950 se convirtió en la vocalista de la orquesta “La Sonora Matancera” que formaba parte del elenco del célebre Cabaret Tropicana, que es el Moulin Rouge de ellos pero con Mojitos. De esta época son sus éxitos “Cao Cao Maní Picao” o “Burundanga”, que no quiero saber lo que hacía en sus ratos libres el que le puso el nombre a la canción, pero que la llevaron en abril de 1957 a Nueva York a recoger su primer disco de oro. También era ésta la época de la dictadura de Fulgencio Batista, al que, el 1 de enero del ‘59, Fidel Castro y el Ché Guevara le regalaron un viaje a República Dominicana. Aunque Castro era admirador de la ya famosa Celia Cruz, a ella no le gustaba que le dijeran qué y dónde tenía que cantar, que no lo consiguió el padre con lo de maestra lo iban a conseguir un barba y un médico que se duchaba menos que 1 adolescente. Así que el 15 de julio de 1960, la orquesta al completo consiguió permiso para entrar en México y Celia decidió no regresar a Cuba, instalándose en EEUU. Eso le sentó tan mal a Fidel Castro que no la dejó entrar en el país ni para estar con su madre cuando estuvo mu malita ni cuando ya su madre se fue con Kennedy. Ya en esta época Celia tenía la piel como el chocolate del bueno, tantas pelucas que parecía un clip de playmobil y la nariz que en vez de fosas nasales tenía las Fosas de las Marianas. El 14 de julio de 1962 se casó en Connecticut con el primer trompetista de la orquesta, Pedro Knight, que también era de chocolate, pero del de el 99%. Pedro se convirtió en su representante y ya nunca se separó de ella. Él éxito le acompañó desde entonces, junto con su voz de contralto electrizante, su alegría contagiosa, sus llamativos vestuarios y su inseparable “ÁSUCAAAAAAA” Rodó 10 películas, recibió más premios que Ben Hur, poseía 3 doctorados y grabó duetos hasta con los Chanclas. En 1990 la invitaron a hacer una presentación en Guantánamo y ya era el único suelo cubano que iba a pisar, se llevó un montonsito de tierra para que lo colocaran en el ataúd cuando muriera, porque los cubanos son mu suyos pa esas cosas. Desgraciadamente, a Celia, se le puso mu malito el cerebro, perdiendo el control del habla hasta que el 16 de julio de 2003 se nos fue la máxima representante de la música cubana con -se cree- 78 años, aunque ustedes siempre podrán recordarla cada vez que vean en una peli a Morgan Freeman o tengan que arrullar a los más pequeños de la casa.