Ven, Sígueme con Pepe Valle | La Última Cena | Mateo 26; Marcos 14; Juan 13

Ven, Sígueme con Pepe Valle de Central de las Escrituras - Un pódcast de José Valle - Lunes

El día antes de morir, Jesús dio a Sus discípulos algo para que lo recordaran: “… [T]omó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre” (Mateo 26:26–28). Aquello sucedió hace unos 2000 años, en un lugar que la mayoría de nosotros nunca veremos, en un idioma que pocos de nosotros podemos entender. Sin embargo, ahora, cada domingo en nuestros lugares de reunión, los poseedores del sacerdocio autorizados para actuar en el nombre de Jesucristo hacen lo que Jesucristo hizo aquella vez. Toman pan y agua, los bendicen y nos los dan a cada uno de nosotros, los discípulos de Él. Es un acto sencillo, pues no hay nada más sencillo ni fundamental que comer pan y beber agua, pero ese pan y esa agua son sagrados para nosotros, ya que nos ayudan a recordarlo. Son nuestra manera de decir: “Jamás lo olvidaré”, y no solamente: “Jamás olvidaré lo que he leído sobre Sus enseñanzas y Su vida”. Más bien, decimos: “Jamás olvidaré lo que Él hizo por mí”. “Jamás olvidaré que me rescató cuando clamé rogando ayuda”. Y: “Jamás olvidaré Su compromiso para conmigo y mi compromiso para con Él, ni el convenio que hemos hecho”.