Un amor revelador y fuente de nuevo conocimiento

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24/08/2023 – En Juan 1, 45 – 51 aparece el relato del llamado de Jesús a Bartolomé, Natanael, hoy es su fiesta, a quien el Señor define como “un judío sin doblez”. Natanael está negado a arrimarse a conocer a Jesús, sin embargo, el Señor está decidido a acercarse y mostrarle la mejor versión, hacerlo conciente de todo lo bueno que había en Bartolomé . Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”. Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”. Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía”. Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.” San Juan 1,45-51 Una pregunta desconcierta en lo que plantea el texto, es la que hace Natanael, ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? La pregunta nos demuestra cómo los judíos cuentan con estos juicios previos o prejuicios, que no hacen otra cosa que cerrar a la posibilidad de encontrarnos con lo nuevo, en este caso con la novedad del evangelio. Cerrado a la posibilidad de que Dios verdaderamente sorprenda con su manifestación, también nos pasa a nosotros. El prejuicio de Natanael, se venció a partir de una invitación a abrirse a una nueva experiencia, “Ven y verás”. Ese llamado de Felipe, abre los condicionamientos de Natanael, que consideraba que Nazaret no podría ofrecer nada de novedad. Entonces nos paramos frente aquellos lugares donde nosotros estamos cerrados, donde decimos yo no tengo más nada que esperar, ya lo vi todo. Todo tiempo pasado se repite en el presente y así será el futuro. La vida es un eterno retorno, no hay forma de que podamos ser sorprendidos por alguna novedad que nos cambie el horizonte y la vida, que nos muestre otro rumbo. Esta disposición interior cerrada, de sin sentido, donde tantas veces nos paramos en nuestra manera de entender la realidad, quiere romperse a partir de una presencia de amor que se constituye reveladora. Dejándonos llevar por esa presencia de Dios que sostiene en el amor en el camino abrirnos a este poder ver lo que no se ve cuando estamos anclados en nuestra manera de entender, de interpretar y de actuar frente a la realidad. Los prejuicios, básicamente lo que hacen, es cerrarnos a una experiencia de novedad. De algo sobre lo que de alguna manera ya nos hemos formado una idea. La única manera de alimentar y enriquecer nuestra percepción o de favorecer una mirada distinta a lo que tenemos de la realidad, cualquiera sea, es por el camino de una nueva experiencia. Es el caso de Natanael, quién guiado por Felipe se deja encontrar por Jesús, quien dice conocerlo desde bajo de la higuera. “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”. Este ver de Jesús, este conocer de Jesús, está vinculado al amor. La posibilidad de abrirnos a un nuevo modo de conocimiento que nos saque de lo ya sabido, es por este camino de sabiduría que ofrece la presencia del amor de Dios en el corazón, al que respondemos amando en las cosas concretas de todos los días, intentando descubrir que es lo que nos pide su voluntad amorosa y cómo corresponder a la misma.