Por sus llagas hemos sido sanados

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07/07/2024 – Hoy es la fiesta del apóstol Santo Tomás, un apóstol muy querido y con el cual muchos de nosotros nos identificamos bastante. Lamentablemente ha pasado a la historia con el título de incrédulo. Pero la realidad es que el de tomas la mayoría de las veces es un reflejo de nuestro propio camino de fe. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. El les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. San Juan 20,24-29 En la misa vas a ver que el sacerdote se viste de rojo, que es el color del testimonio, del martirio y de los apóstoles que dieron su vida como reflejo del amor de Dios. No sabemos mucho de la vida de Santo Tomás; sólo que confesó su divinidad al verlo Resucitado. Una antigua tradición sostiene que evangelizó la India. ¿cómo se pasa de la incredulidad al testimonio? Haciendo experiencia de las llagas de Jesús.En lo personal, descubriendo que esas llagas son heridas de amor que restauran, reconcilian y resucitan. Meternos en las llagas de Jesús es hacer experiencia de encuentro con Él que hace nuevas todas las cosas. Es dejar que nuestras heridas sean sanadas. Por sus llagas hemos sido sanados, como dice el profeta Isaías. En lo comunitario, encontrarnos con las llagas de Jesús es descubrir que somos sanadores heridos, como dice el gran Henry Nowen. Es reconocer en esos que caminan a nuestro lado a verdaderos sufrientes que necesitan también esa experiencia de consuelo y esperanza que trae Jesús. De ahí nuestra misión: encontrarnos con el Resucitado que se nos muestra a través de las llagas. ¿Qué llagas en tu vida Jesús ha sanado y te han invitado a creer? ¿A qué llagas en la vida de tus hermanos el Señor te está llevando para que sanen? El relato del evangelio de este miércoles, Juan 20, 24 al 29, nos narra una de las primeras apariciones del resucitado. Dice la Palabra Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: “Señor mío y Dios mío”. Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: “Sus heridas nos han curado”. La paz la comunica Jesús mostrando sus llagas, que es lo que producía rechazo, odio a los enemigos, miedo al dolor y a la muerte, huida, tristeza y desesperanza. Sensiblemente cura a los discípulos inundándolos de suave paz. Sus llagas nos han curado.