La santidad: un camino de conversión permanente
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06/09/2024 – En el evangelio, hoy cuestionan a Jesús porque sus discípulos no ayunan. Su respuesta va a al corazón más que a las formas externas: a vino nuevo odres nuevos. Luego le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben”.Jesús les contestó: “¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos?Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar”.Les hizo además esta comparación: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más.¡A vino nuevo, odres nuevos!Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor”.San Lucas 5,33-39. Medios concretos para una verdadera metánoia ¿Qué puedo hacer para vivir este proceso de conversión o metánoia?Como dijimos aunque requiere de nuestra libre y decidida respuesta y cooperación, la progresiva configuración con Cristo es ante todo una obra de la gracia en nuestros corazones. Por ello lo primero que debo hacer cada día es pedirle a Dios que Él me inspire y sostenga en mis propios esfuerzos de conversión, para que me convierta totalmente y me asemeje cada vez más con Jesús. El primer pensamiento que debe venir a mi mente apenas despierto en la mañana ha de ser semejante a este: “¡Quiero ser santo/a! ¡Anhelo configurarme con Cristo, el Hijo de María! ¡Mi meta y mi horizonte es alcanzar la plena madurez en Cristo! Hoy, cooperando con la gracia de Dios, quiero caminar un poco más hacia esa meta, convertirme un poco más, reconciliarme un poco más, amar un poco más a María y al Señor Jesús, amar un poco más como Él, crecer un poco más en santidad, para irradiar a Cristo con mi testimonio, con mi caridad, con mis palabras…” Entonces, y a lo largo de la jornada, puedo repetir como jaculatoria esta sencilla oración: “¡Convertime Señor para amar como vos amas!” Y porque sin el Señor y sin su gracia nada podemos, es también necesario el continuo recurso a los sacramentos, fuente de gracia abundante que el Señor mismo nos ha dejado en su Iglesia. El sacramento del Bautismo ha hecho ya de nosotros nuevas criaturas, nos ha transformado interiormente en hombres y mujeres nuevos. Pero ese hombre o mujer nueva debe crecer, fortalecerse y madurar hasta alcanzar la plenitud de la vida de Cristo en nosotros. Para nutrirnos, fortalecernos y purificarnos en nuestro cotidiano combate espiritual, en el continuo empeño por convertirnos más al Señor y ser santos como él es santo, Él nos ha dejado el enorme tesoro de la Eucaristía y el don de la Reconciliación sacramental. Por el camino de la Oración Comprendemos también que la perseverancia en la oración es fundamental: quien no reza, reza mal o reza poco, difícilmente se convierte. ¿No advierte el Señor que hemos de vigilar y rezar para no caer en tentación? La oración perseverante es un medio fundamental para permanecer en comunión con el Señor, y desde esa permanencia poder desplegarnos dando fruto abundante de conversión y santidad. Fundamental es el encuentro y diálogo con Jesús en el Santísimo. Este y otros momentos fuertes de oración son indispensables, pues son momentos privilegiados de encuentro con Cristo en los que reflexionamos e internalizamos a semejanza de María la palabra de Dios y las enseñanzas de su Hijo contenidas en el Evangelio, y nos nutrimos asimismo de su fuerza para poner por obra lo que Él nos dice...