¿Dónde descubrís la presencia de Dios en tu día a día y en tu historia?

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21/06/23- En “Acortando Distancias” recibimos cada miércoles a la Hermana Mariana Zossi, religiosa dominica, Presidenta de la Asociación Bíblica Argentina. En esta oportunidad dialogamos sobre la figura de Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham. En la vida de Jacob existieron tres noches importantes, que ayudaron a su crecimiento y madurez interior y a descubrir el verdadero rostro de Dios. a) La noche de Betel Escapando de las tiendas familiares de Beersheva, se encuentra en camino hacia Harán, la tierra de sus antepasados arameos. La noche y el cansancio le obligan a la pausa y al sosiego. Jacob dormita y sueña escaleras que unen la tierra con el cielo. Y ángeles que suben y bajan. Al despertar, tantea a su alrededor. Sólo descubre la piedra usada como almohada. Es ésa una noche que en su vida marcará el descubrimiento de las cosas (Gn 28, 10-22). Jacob, como la mayoría de sus contemporáneos, pensaba que Yahvé era el “dios” de un lugar, unido a la Tierra Prometida. Si se viajaba fuera de “su” territorio, se perdía su presencia y su protección. Y ocurría con frecuencia que entonces se rendía culto al “dios local”, para concertar sus favores. Pero he aquí lo que ocurrió un encuentro fuera de los límites locales. Ésta es la casa de Dios, es decir el lugar donde Él se aparece y que deberá pues convertirse en santuario para el culto; y “ésta, es la puerta de los cielos” (v 17). Tras esta imagen que preside ahora el relato podemos percibir otra idea mucho más antigua, según la cual la propia piedra que le sirvió de almohada fue entendida como “morada de Dios” (vv. 17b-18) Despertado de su sueño, Jacob recuerda en la noche su propia inseguridad, que, habituada a la mentira, siempre ha exigido juramentos (Gn 25, 33). Sin duda, recuerda también su propia astucia, apoyada en la complicidad de la madre (Gn 27, 8) y reconocida por la ciega clarividencia del padre (Gn 27, 35). A veces se pregunta si no será cierto que tiene la voz zalamera de Jacob y las ágiles manos de Esaú (Gn 27, 22). La treta del vellón que cubrió sus brazos le parece ahora la trampa de su propia astucia, alienada e insatisfecha. Despertado de su sueño, Jacob comprende que cualquier cosa y cualquier lugar pueden ser una Betel (lit. Puerta del Cielo). La tradición goza en atribuir al huidizo patriarca la fundación de ese lugar santo.Sí en todo lugar de la tierra hay “comunicación” entre el hombre y Dios: ésta es la significación evidente de esta escalera simbólica por la que ¡suben y bajan los ángeles! El cielo y la tierra están permanentemente unidos. Es el gran proyecto de Dios: establecer entre Dios y los hombres unas relaciones personales. b) La noche de Yabboq Años más tarde lo encontramos de nuevo en marcha. Huyendo esta vez de su suegro Labán, Jacob ha llegado hasta Majanayim, donde le salen al encuentro los ángeles de Dios. Los ángeles marcaron su escapada y señalan su retorno a la tierra de las promesas. ¿Y el largo paréntesis intermedio? Nunca se le mostraron los ángeles en Harán. También esta noche junto al torrente Yabboq marcará su vida para siempre (Gn 32, 23-33). Esta noche Jacob siente repugnancia ante su propia imagen. Va recordando su llegada suplicante hasta Harán. Recuerda sus largos años de pastoreo para beneficio y prosperidad de Labán. Ha sido astutamente engañado hasta en su noche de bodas (Gn 29, 15-30). Ha tenido que servir siete años más para conseguir a Raquel (la bien amada), después de tener que cargar con Lía (hermana de Raquel). Es como si siempre hubiera vivido en la oscuridad de la noche. Se ha sentido prisionero de su propia nostalgia (Gn 30, 25). Dominado por su antigua ansiedad ante las cosas y codici...