Día 7: La Anunciación a María

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27/02/2024 – Hoy contemplamos la Anunciación de María. Como dijo Juan Pablo II “nadie conoció a Jesús como lo conoció María”, por eso a Ella le pedimos que nos ayude a conocerlo mejor, para amarlo mejor y servirlo mejor. El relato de Lucas (1, 26-38) tiene un contexto literario: el estrecho paralelismo entre la anunciación de Gabriel a Zacarías y la del mismo Gabriel a María; paralelismo que no ha sido utilizado por Lucas por simple placer estético, sino que tiene un sentido: la primera anunciación prepara la segunda y sus diferencias son muy significativas y muestran, en general, la gran distancia que media entre el Bautista y el Señor (esquema del rey temporal, comparada con la eternal, EE 91-98). 1 – La comparación entre las dos anunciaciones es la siguiente: a. Presentación de los padres(vv. 5-7. 26-27) b. Jerusalén y el templo (vv. 8-10); Nazaret y la casa de María (v.8). Saludo del ángel a María (v.28). c. Saludo del ángel a María d. Turbación y temor de Zacarías (v.12); Turbación y sorpresa de María (v.29) e. “No temas, porque…” (vv. 13-17); “No temas María, porque…” (vv.30-34) f. “Zacarías dijo: ¿En qué…? Porque… (v.18)”; María respondió: ¿Cómo puesto que no…? (v.34) g. “Te vas a quedar mudo…” (vv. 19-20); “El ángel le respondió: El Espíritu vendrá… Mira, también Isabel…” (vv. 35-38) h. “Dijo María: He aquí… hágase…” (v.38a) i. “El pueblo estaba esperando. Cuando salió (Zacarías)… (vv.21-22)”; “Y el ángel dejándola se fue…” (v.38b) Al presentar a los padres del Bautista, Lucas insiste en que son estériles (v.7), siendo el nacimiento del mismo “espiritual”, como dice pablo (Gál 4,29), para preparar al lector para el anuncio del nacimiento, ya no de padres estériles, sino de una madre virgen, cosa que es más “espiritual” todavía. El contraste entre Jerusalén y Nazaret es muy grande: por una parte, la ciudad santa; en esta, el templo y, dentro del mismo, el santuario, de este lado el velo que lo separaba del Santo de los Santo, cuando Zacarías cumple, por primera vez en su vida –y que sin dudas sería la última- el acto más solemne de su representante. Por otra parte, no un sacerdote, sino una doncella de quince o dieciséis años, en una provincia despreciada –la “Galilea de los gentiles” (1 Mac 5,15)-; en esta, una ciudad insignificante, de la que “no podía salir nada bueno” (Jn 1, 46) y que no había sido mencionada ninguna vez en la Escritura (y ni siquiera Flavio Josefa, historiador contemporáneo). En este contraste resalta la economía de salvación del Nuevo Testamento: las más grandes obras de Dios se realizan en el más grande silencio y oscuridad. Cuanto más grande es la obra de Dios, más necesita este –por así decirlo- de la nada de la creatura. El saludo del ángel tiene lugar únicamente con María y la palabra griega (jaire) puede significar sólo un saludo, común entre dos personas que se encuentran. Pero si se recorre la versión de los Setenta (y es singular, que estos dos primeros capítulos de Lucas –salvo los primeros cuatro versículos- tienen una estructura semítica, como no la tiene el resto del Evangelio y que nace de la cita preferencia de los Setenta), encontramos este mismo saludo cuatro veces y cada vez para introducir un anuncio mesiánico, como en la situación angélica: Sof 3, 14-17; Jl 2, 21-27; Zac 9,9; Lam 4, 21-22. Es un saludo que manifiesta y causa alegría, en este caso por ser María como el favor de Dios personificado (“plena de gracia”, o sea, objeto del favor de Dios),