Día 22: El grito de Jesús

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19/03/2024 – En este día de los ejercicios ignacianos, contemplamos en Mateo 27,45-53 el Grito de Jesús. Acompañamos al Señor, que en la Cruz ofrece su vida, abriendo de ésta manera el camino que nos trae la redención, la salvación. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: “Elí, Elí, lemá sabactani”, que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: “Está llamando a Elías”. En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.Pero los otros le decían: “Espera, veamos si Elías viene a salvarlo”.Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Mateo 27, 45- 53 Mateo y Marcos trasmiten el grito de Jesús, en una mezcla de hebreo y arameo y lo traducen después al griego. “Elí, Elí, lemá sabactani” Esta plegaria de Jesús ha llevado una y otra vez a los cristianos a reflexionar, cómo puede el hijo de Dios ser abandonado por Dios y las reflexiones en torno a esto han sido varias. Sin embargo hay una que particularmente da crédito Benedicto XVI y en y a la cual nosotros vamos a prestar atención. En estudios eruditos se ha tratado de reconstruir la exclamación de Jesús, de modo que por un lado pudiera ser malentendida como el grito hacia Elías y por el otro que fuera la exclamación de abandono del Salmo 22, como quiera que sea, solo la comunidad creyente ha comprendido la exclamación de Jesús, los que estaban por allí no entendieron o malentendieron como dice el Salmo 22. No es un grito cualquiera de abandono. Jesús en el fondo está recitando el gran Salmo de Israel, afligido, que asume de este modo en sí todo el tormento, no solo de Israel sino de todos los hombres que sufren en este mundo por el ocultamiento de Dios. Cuántas veces nosotros vemos la realidad que nos circunda, situaciones de indignidad humana, laceración, dolor, asedia, tristeza, angustia, soledad, abandono, ruptura, violencia, agresividad, exclusión, marginalidad, injusticia y decimos: Dios dónde está? Pareciera – siguiendo la reflexión de Benedicto – que Jesús ha querido llegar hasta este punto de los infiernos humanos, donde el grito por la presencia del Padre se hace un clamor con dolor y lágrimas. Queremos escuchar los gritos de la humanidad, el llanto del corazón de los hombres por estos tiempos, , los gritos silenciosos- con el aborto hay tantos que gritan silenciosos, sin que nadie les pregunte si quieren algo mas de la vida. Porque tienen que decidir otros por ellos, cuánto dolor, cuánto grito, cuánto sufrimiento de la humanidad. Queremos ponerlo en la cruz, escribí el dolor que mas tenés en el corazón y no te quedes en él, deja que se una al grito de Cristo, y en ese grito de Jesús con los gritos que vamos a poner en el madero de la cruz, pasaremos la angustia y la tristeza de la esclavitud y la opresión, a la libertad y el consuelo que trae el Padre que escucha el clamor y las lágrimas de su hijo que desde la cruz grita, Padre porqué me has abandonado. Jesús lleva ante el corazón de Dios mismo, el grito de angustia del mundo atormentado por las ausencias de Dios. El grito de Jesús viene a romper el velo del templo donde alguna vez al año entraba el sacerdote para entrar el santo de los santos,