Día 21: La oración en el huerto

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18/03/2024 – En la tercera semana de Ejercicios Ignacianos acompañamos a Jesús y pedimos gracia de “interno conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo que por mis pecados va camino a la cruz”. En el huerto de los Olivos Jesús suda sangre. Queremos acompañarlo allí, en sus horas de agonía. Es un tema importante de la teología del Nuevo Testamento: tan es así que el autor de la Carta a los hebreos considera la lucha orante de Jesús como altamente significativa (es, junto con Heb 13, 12 –padeció fuera de la puerta-, el único acontecimiento de los días de su vida mortal que menciona, en Heb 5, 7). En san Lucas toda su enseñanza sobre la oración del cristiano apunta a esta oración de Cristo (cf. Lc 3, 21), como modelo de esa oración. “En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación». Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».” Lucas 22, 39-46 1-Las repercusiones somáticas de esta oración en el huerto (Lc 22, 44: “sumido en angustia, su sudor se hizo gotas espesas de sangre”) junto con las palabras que proclaman y esclarecen el misterio allí contenido (Lc 22, 41: “si quieres… pero no se haga mi voluntad”), pueden ser muy bien comprendidas por el comienzo y el término del pasaje citado en Heb 10, 5-7: “me has dado un cuerpo. […] He aquí que vengo a hacer tu voluntad”. Ese cuerpo es manifestación de otro concepto teológico más amplio: la carne (en griego bíblico, “sarx”), con todos sus apetitos (amistad) y repugnancias (soledad, resistencia a la muerte), con sus cambios de actitud (valentía y seguridad, miedo y confusión. También para Cristo vale el refrán popular: “Del dicho al hecho, hay gran trecho”. Y ese trecho hacia el hecho lo recorre Cristo en su oración del huerto de los Olivos. La oración cumple el papel de preparación atlética (cf. 1 Cor 9, 25-27): es como una acumulación de energía que después se descarga en acción. La desbandada de los discípulos que no oraron es una muestra por defecto de que todo arranque arrogante que no se mide en la “lucha orante con Dios” (cf. Gn 32, 23-33) termina en fracaso. 2-Veamos este tema en san Lucas. En este evangelista, Jesús sostiene su agonía en total soledad (¡y nosotros a veces sentimos nostalgia de una comunidad concreta!). En san Lucas: no se vuelve en busca de apoyo en sus discípulos, sino que los conforta y les recomienda en un comienzo que pida “para no caer en tentación” (Lc 22, 40) y lo mismo hace al final de la escena (Lc 22, 46). La razón de la caída en tentación queda así más subrayada al respecto de los discípulos: no haber orado. El contraste entre Jesús orante-discípulos dormidos queda, en san Lucas, elevado al grado más elevado de aplicabilidad a cualquier comunidad (el contraste se da ahora entre Jesús “que está siempre vivo para interceder” y la comunidad o la persona que “se duerme antes de la prueba”). Emergía ya esta tendencia pastoral en Mc 14, 37 -38, donde un apóstrofe originalmente dirigido a Pedro se pluraliza: “¿No pudiste…?” (v. 37) y “vigilad y orad” (v. 38).