Ahuyentar la tristeza que busca anidar en el corazón
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20/09/2023 – En el evangelio de hoy, Lucas 7,31-35, Jesús dice a ésta generación no hay nada que la conforme “¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!”. Cuando se está así el alma se encuentra en un estado de angustia, tristeza, desolación. Cuando hay desolación todo se hace obscuro, la depresión que puede ser hasta colectiva, nos hace ver todo igual. Es necesario salir de ese lugar mientras los pájaros de la tristeza dan vuelta por la cabeza, no darles lugar, no permitir que hagan nido. Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ‘¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’.Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: ‘¡Ha perdido la cabeza!’.Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!’.Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.» San Lucas 7,31-35 Muchos de nuestros jóvenes pierden el rumbo, se sienten como desorientados, sin dónde pisar firme. Hablan de “salir a ahogar las penas”. “Ahogar” supone encontrar otro espacio que haga de “hogar”, lo que evidencia el no encontrar un espacio de contención y seguridad. En la Argentina hay muchos jóvenes que no tienen de qué valerse para vivir con sentido, teniendo en cuenta que el pensamiento y la reflexión dan perspectiva y el trabajo que es tan saludable. Tenemos una sociedad enferma que enferma a nuestros jóvenes. Me parece que una de las cosas que tiene como raíz este sin sentido es un gran vacío, una gran angustia del alma. Nosotros podemos ir a esos lugares nada más y nada menos que con la Palabra. Vamos a detenernos a reflexionar sobre la tristeza y la indecisión, para que si hay música buena bailemos y si hay dolor y tristeza también podamos acompañar el dolor. La tristeza que nos ahoga Según el pensamiento de los antiguos, el pecado de la tristeza era el pecado de la pereza. Luego, Gregorio Magno unificó la tristeza con la pereza y los pecados capitales quedaron en 7. La tristeza, cuando gobierna el corazón, nos angustia, desespera y nos hace estar como empantanados en un vacío existencial. Es necesario aclarar que la tristeza no es el dolor, esto en favor de aquellas personas que sufren inmensamente por su salud física y psíquica. Hay mucha gente que sufre mucho y que sin embargo convive con ese dolor, con alegría. Son realmente presencia de bienaventuranza: felices los que lloran, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos. Tenemos muchos hermanos que sufren y sin embargo están contentos, no desde la resignación, sino por un alma grande. La tristeza es otra cosa, es como una nube que se instala en el corazón y opaca todo. Uno se pone a pensar de dónde viene esa tristeza o sombras y no hay muchas razones que terminen por explicar esa sensación de muerte y angustia. Cuando uno percibe esa realidad nos damos cuenta de que hay un sentido de iniquidad detrás de esta sensación, a veces permanente a veces pasajera. Un viejo dicho chino dice, si revolotea estos pájaros de tristeza no te preocupes, pero si se instalan ahí sí es preocupante. Cuando la tristeza anida no es tan sencillo sacarla. Muchas veces la tristeza aparece compartida, y se hace contagioso, convirtiendo “ambientes depresivos”. Empieza por alguien en la familia, trabajo o el grupo de amigos y empieza a ganar el corazón, y más si se hace eco en un comunicador o líder.