215 - Novecento (1900) -Bernardo Bertolucci- La gran Evasión.
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Olmo, hijo de campesino, Alfredo, hijo de terrateniente. Los dos nacen un mismo día de principios del siglo XX en los campos de la Emilia Romagna italiana. Los dos en la misma tierra pero bajo diferentes techos, el de la opulencia para Alfredo, el del trabajo duro y la pobreza para Olmo. Los jornaleros afilan sus guadañas ladera arriba, hartos de los llantos de sus hijos y de la escasez de un año de malas cosechas, el patrón vive bien, no le falta de nada, y cuando la cosecha es doble nunca paga el doble. Olmo crecerá fuerte y Alfredo acomodado, uno se politizará y se enamorará de una maestra comunista (Stefania Sandrelli), el otro las verá venir,viajará a la gran urbe con su tío Octavio, el hedonista bon vivant, el burgués que le presentará a la bella y excéntrica Ada (Dominique Sanda). Grandiosa y desmesurada, Novecento, un fresco de más de cinco horas de duración en dos actos, repasa la historia de Italia durante la primera mitad del siglo XX, el auge de los fascismos y los contrastes tan marcados de un relato de dos amigos íntimos, de la lucha de clases, la épica, la miseria, la amistad y la vergüenza se dan la mano en este Novecento, la ópera de Bertolucci, a la batuta el maestro Morricone. La fuerza de la película radica en la amistad entre los dos niños que seguirán queriéndose de adultos, un Depardieu inmenso y primario, y un De Niro que aporta su clase al personaje del patrón. En el juicio de los aldeanos a Alfredo, el adolescente Leónidas le apunta con la escopeta, él también quiere matar y grita ¡Viva Stalin!. Poco después llegarán los camiones enviados por el capital y arrebatarán las armas a los revolucionarios, la propiedad privada gana. Escenas inolvidables, los dos amigos con la chica epiléptica, el tren vestido de banderas comunistas pasando sobre el niño tumbado en la vía, Ada haciéndose la ciega y poniendo celoso a Alfredo, Burt Lancaster en el establo con los pies enterrados en mierda de vaca y afirmando que la verdadera maldición es no poder empalmarse, el linchamiento del sádico Attila, brillante Donald Sutherland, y su esposa Regina, de los personajes femeninos más abyectos de la historia del cine, mérito de Laura Betti, y la poesía, la estética de las formas, el estilo de Bertolucci con la iluminación pictórica de Vittorio Storaro, los filtros dorados por los que contemplamos los bellos y bucólicos parajes y los cambios de las estaciones del año. Bertolucci amaba a Jean Renoir, particularmente La regla del juego, en la que unos cazadores disparan a liebres y aves, esa muerte algo gratuíta la vemos en Novecento, en los tordos aún piando en el saco de Olmo, en la matanza del cerdo con dos certeros tajos, en el niño descalabrado por Attila, en las ranas que mueven sus extremidades tapando los ojos penetrantes del niño campesino, un Tom Sawyer a la orilla del Po. En el recuerdo de un siglo caótico y letal, la puerta queda abierta y la vida entra, Ada no puede aguantar más el olor a cerrado de la hacienda y huye, ella tuvo valor, le espeta el amigo pobre, ella huyó de la injusticia, no se quedó como el patrón, el que planta y riega a los fascistas para que lo protejan, los fascistas no crecen como hongos en una noche. Raúl Gallego Esta noche labramos la tierra y levantamos al cielo las banderas en un baile de utopías... Raúl Gallego, Gervi Navío, y César Bardés.