188 - El Silencio de un Hombre -Jean-Pierre Melville- La gran Evasión.

Podcast de La Gran Evasión - Un pódcast de La Gran Evasión

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El lobo solitario camina por los barrios de París, esconde su mirada, se oculta en su gabardina, en su sombrero ligeramente inclinado hacia abajo. El lobo está herido y deja su rastro, deja huellas cada vez más claras. Llega un momento en que Jeff Costello pierde la calma, ese laberinto en que se mueve a la perfección se hace más y más intrincado. El ritual del samurai de guante blanco, el hombre que se mueve en el silencio y que antes de asesinar avisa con pocas palabras: “¿Quién eres tu? – Eso no importa. ¿A qué ha venido? – A matarlo”. El sicario mata por dinero, es su trabajo, y Jeff es un profesional. El pájaro más triste de la historia del cine avisa a Jeff del peligro, su inquietud, sus plumas esparcidas por las rejas de la jaula, su canto apagado. Melville, el maestro del polar, rueda con austeridad y elegancia, con una extraordinaria economía de recursos. El realizador francés nos hechiza con el relato, nos aprisiona en ese ritmo lúgubre de un tipo a contracorriente. El film comienza sin diálogos, la introspección de un tipo desesperado, de rictus de hielo, de ojos tan bellos como apagados que hacen juego con los azules grisáceos que pasan por el tamiz del operador Henri Decaë. Alain Delon mantiene la compostura en la rueda de reconocimiento, el exasperante inspector está seguro de quien es el culpable, y las dos mujeres, la chica mulata al piano, y la otra coartada, la chica del apartamento, acosada por la policía, chantajeada por un tipo que solo vive para su oficio. Un fatum inevitable persigue a la fiera, se escabulle entre las estaciones de metro, ascensores, puertas corredizas, callejuelas húmedas y clubes de jazz donde una mujer de tez cobriza toca el piano con expresión serena, se entienden con gestos, con miradas, no les hace falta hablar. Raúl Gallego Esta noche curamos nuestras heridas en la torre de Radiopolis… José Miguel Moreno, Gervi Navío, Raúl Gallego y nuestro crítico desde Madrid, César Bardés.