Las grullas de Íbico

Mitología griega (y romana) - Un pódcast de Paco Álvarez

Íbico, el poeta amigo de Apolo, viajaba feliz a pie por la región donde crecían las flores silvestres y los árboles cargados de flores hasta la ciudad de Corinto. Su voz melodiosa iba cantando canciones de su propia invención, y de vez en cuando probaba cómo quedaban música y palabras al son de la lira. Era de corazón alegre, porque siempre había hecho el bien, no el mal, y siempre había cantado sobre las grandes y nobles hazañas y de las cosas que agradaban a sus amigos. Y ahora fue a Corinto para las grandiosas carreras de carros y para el gran concurso de músicos donde podría encontrarse a todo poeta y músico procedente de todas partes de Grecia.Era el momento del regreso a la tierra de Adonis y Perséfone, y, cuando estaba a punto de entrar reverentemente en la arboleda sagrada de Poseidón, donde los árboles crecían frondosos, y vio las resplandecientes torres de Corinto, oyó, por casualidad, los agudos graznidos de unas aves que regresaban como de un exilio. Íbico sonreía mientras contemplaba una gran bandada de aves grises, con piernas largas y fuertes y alas extendidas, que volvían de pasar el invierno en las doradas arenas de Egipto.👉 Y recuerda: https://humanistasenlared.com/boletin/Fuente: «Un libro de mitos», de Jean Lang, disponible en https://academialatin.com/cultura-griega/libro-mitos-lang/