340. Viajes y estoicismo (Séneca)
Mi GYM en casa - Un pódcast de Sergio Catalán

¿Te asombras de que no te aprovechen los viajes cuando vas contigo mismo a todas partes? Ya hemos hablado del uso del tiempo, del temor a la muerte, de luchar contra la pereza... En esta carta, la número 28 del libro Cartas de un Estoico, Séneca nos habla de los viajes. Interesante punto de vista, que va en dirección opuesta al sentir general de hoy en día, en el que viajar por placer y cuanto más lejos mejor, me atrevería a decir que se ha convertido casi en una necesidad. Su título original es LOS VIAJES SON INÚTILES PARA LA CURACIÓN DEL ALMA, aquí la tienes: Crees que a ti solo te ha sucedido, y te admiras como de cosa nueva, haber realizado largo viaje y recorrido muchos países sin desterrar la tristeza y el tedio de tu ánimo. ¡Necesitas cambiar de espíritu y no de cielo! Aunque cruces los mares y, como dice Virgilio, «se alejen tierras y ciudades», tus pasiones te seguirán a todas partes. Sócrates contestó al que se le quejaba de la misma suerte: «¿Te asombras de que no te aprovechen los viajes cuando vas contigo mismo a todas partes?» La misma causa que te impulsó te oprime aún. ¿De qué te sirve cambiar de paraje? ¿de qué el conocimiento de comarcas y ciudades? Todo eso no es más que inútil agitación. ¿Preguntas por qué son vanas esas correrías? Porque huyes contigo mismo. Es necesario que alivies tu espíritu del peso que lleva; de no ser así, no encontrarás placer en ninguna parte. Imagina que te encuentras en el estado en que presenta nuestro Virgilio a la sacerdotisa agitada y llena de extraño espíritu: Pugnando por libertarse del dios que en ella habita. Caminas de un lado para otro para libertarte del peso, que la agitación te hace más incómodo. Así como la carga de una nave pesa menos cuando no se la mueve, así también sumerge más pronto el costado sobre el que la arrojan, cuando no la mueven por igual. Todo cuanto haces te es perjudicial y hasta el movimiento te es contrario, porque mueves a un enfermo. Pero cuando te hayas curado de ese mal, todos los parajes te serán agradables. Aunque te relegasen al extremo del mundo o te confinasen en el seno de la barbarie, te encontrarías bien donde quiera que establecieses tu morada: esto depende más del huésped que de la casa; por esta razón no debemos apasionarnos por ningún paraje. Es necesario vivir persuadidos de que no hemos nacido para quedar fijos en punto determinado: mi patria es todo el mundo. Si te penetras bien de esto, no te extrañará que habiéndote hecho partir de un punto el tedio, no te encuentres más satisfecho en otro; porque el primero no te hubiese desagradado si estuvieras persuadido de que perteneces a todos los países. Eso no es viajar, sino errar, vagar y cambiar solamente de paraje; puesto que no buscando otra cosa que vivir a gusto, puedes hacerlo en todas partes. ¿Existe algún punto tan agitado como el foro? Y sin embargo, cuando es necesario vivir en él, se puede vivir tranquilamente. Pero el que pueda huir de su proximidad y vista debe hacerlo, porque así como hay parajes malsanos que pueden alterar la salud más robusta, así también hay cosas poco saludables que pueden corromper los espíritus que no están confirmados en la virtud. Difiero de las gentes que se lanzan en medio de las oleadas y gozan en los tumultos combatiendo diariamente con negocios y dificultades. El hombre prudente no elegirá esta vida y preferirá vivir en paz a estar en guerra.