264. Mortal es todo el bien de los mortales (Séneca)

Mi GYM en casa - Un pódcast de Sergio Catalán

El título original de esta carta de Séneca es "NO DEBE CONFIARSE EN LOS BIENES EXTERIORES". Pongo lo de original en cursiva, porque parece ser que Séneca no dio nombre a cada una de sus cartas, sino que han sido los traductores los que se las han dado a posteriori. En esta carta, Séneca nos vuelve a recordar que no vamos a estar aquí para siempre, que las personas que queremos tampoco lo van a estar. Es la ley de la Naturaleza. Quizá de esta forma, haciéndonos ver esto, tengamos una mejor perspectiva del asunto de la vida para vivir mejor. Aquí va la carta: Nunca podrás creer feliz a nadie mientras la felicidad le tenga en suspenso. Apoyarse en débil rama es regocijarse por el bien fortuito: el gozo que viene de fuera saldrá como vino, pero el que brota del interior es fiel y firme, crece y persevera hasta el fin de la vida:  Todos los bienes que el vulgo admira son fugaces. «¡Cómo! ¿no podremos usarlos con placer?» ¿Quién lo niega? pero con tal de que dependan de nosotros y no nosotros de ellos. Todos los dones de la fortuna son buenos en tanto en cuanto se posea a sí mismo aquel que los posee y no caiga bajo su potestad.  Yerran aquellos, querido Lucilio, que creen que la fortuna da algo bueno o malo: da la materia para lo bueno o lo malo, y nosotros podemos hacer las cosas buenas o malas. El alma es más poderosa que la fortuna; guía las empresas como le place y se traza camino dichoso o desgraciado.  El que es malo todo lo convierte en mal, hasta las cosas que aparentemente eran buenas; el justo e íntegro corrige la adversidad de la fortuna, dulcifica con la paciencia los acontecimientos desgraciados y recibe con modestia y agrado los favorables.  Pero aunque el ánimo sea prudente y todo lo haga con juicio y nada emprenda que sea superior a sus fuerzas, no gozará jamás del bien perfecto y completo que está libre de las amenazas de la fortuna si no permanece firme contra los sucesos imprevistos.  Observa a los extraños (porque más libre es nuestro juicio cuando se trata de cosas ajenas) o examínate tú mismo imparcialmente y comprenderás y confesarás que no hay nada útil en todas esas cosas que con tanto ardor se desean si no te preparas contra la volubilidad del acaso y la ligereza de la fortuna; si no dices sin disgusto, cuando te ocurra alguna pérdida: Los dioses lo dispusieron de otra manera.  O más bien, a fe mía, di estas palabras que me parecen más enérgicas y apropiadas para tranquilizar el ánimo: Me den cosa mejor los dioses. Dispuesto de esta suerte nada puede sorprenderte, y esta disposición se consigue considerando lo que pueden los cambios de las cosas antes de hacerse sensibles: cuando se goza de los bienes, de la esposa, de los hijos como si se les hubiese de perder algún día y como si no se hubiese de ser más desgraciado por haberles perdido.  El ánimo que se inquieta por el porvenir es desgraciado, nunca gozará de reposo y el temor del mal futuro le hará perder el goce del bien presente. Igual es temer la pérdida de una cosa que el temor de perderla. No te aconsejo con esto la negligencia. Al contrario, evita todo lo que sea de temer y ordena todo lo que puede prevenirse con prudencia. Prevé con mucha anticipación y, si puedes, evita antes de que sobrevenga todo lo que sea perjudicial. Mucha ventaja será en tales coyunturas permanecer firme y resuelto a soportarlo todo. Puede preservarse de la adversidad el que está dispuesto a soportarla, y en el ánimo sereno nada excita turbulencias.  Cosa necia y miserable es temer continuamente. ¿No es gran demencia anticipar la desgracia? En fin,