42. el frankenstein de mary shelley

FRANKENSTEIN Agazapada entre las sombras del bosque, la criatura sin nombre, contempla desde la distancia el calor de la vida que a ella se le negó con su nacimiento. Por todas partes veo una maravillosa felicidad de la cual sólo yo estoy excluido ¿Te pedí, por ventura, que me moldeases del barro del que vengo? ¿No estoy solo, miserablemente solo? Y vos mi creador me aborrecéis. ¿Qué esperanza puedo albergar respecto a vuestros semejantes, que no me deben nada? Lejos de ser una historia de terror o fantasmas, Frankenstein, o el moderno Prometeo, es la novela más trágica de todas las tragedias románticas. El hijo abandonado, despreciado, traicionado sin más motivo que el de no ser lo que su creador esperaba de él. Yo era afectuoso y bueno. La desdicha me convirtió en malvado ¡Hacedme feliz y volveré a ser bueno! En su ansia de ser, en su desesperación por ser visto, aceptado, reconocido y amado, la criatura sin nombre acabó robando el nombre a su creador y con su robo su creador pudo alcanzar a ver en él el espejo, el cuadro de Dorian en el que las deformidades de su alma iban secuestrando los contornos de su retrato. Frankenstein es un niño deformadamente desarrollado a partir de la atrofiada ilusión de su creador, atado a él por los indisolubles lazos de la culpa, el desamor y la muerte. El deseo de alcanzar las más altas cimas de la belleza de su creador envilecido hasta sus última célula por su incapaz de asumir las consecuencias de su saber. Frankenstein se traducirá en el monstruo de la dependencia que mata, de la libertad otorgada pero no deseada, no buscada no anhelada, la libertad que llega demasiado antes de que el alma pueda aceptarla y que, marcada por el desamor, la sufre como la mayor de las desgracias. Feliz día del Libro! Abril, 2021, Pepa Llausás

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