'Vatio', con Alfonso J. Ussía

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Reza la maldición que el talento literario no se hereda y, si se hereda, se salta una generación. Con ‘Vatio’, su segunda novela, Alfonso J. Ussía ha roto el maleficio. Una vez más, la fortuna ha favorecido a los audaces. En lugar de intentar vivir de las rentas literarias perpetrando, qué sé yo, el tratado de las buenas maneras IV, Alfonso ensayó un camino propio con ‘Vatio’. Le echó un par escribiéndola. Y antes, le echó otro par viviéndola. La novela narra los años en que un jovencísimo Ussía fue chico para todo de Antonio Vega, con lo que el puesto implicaba de incursiones diarias a los poblados de la droga. Alfonso sí ha visto cosas que nosotros no creeríamos. ‘Vatio’ también cartografía el mapa de locales de ensayo y salas de concierto de un Madrid, el de los primeros 2000, que ya exige su nostalgia y su relato propios. En el proceso, el autor dibuja un retrato del artista, Antonio Vega, alejado del cliché del chico triste y solitario. Qué tipo tan entrañable y divertido debió de ser. ‘Vatio’ puede leerse como la exitosa resolución de una íntima frustración: la de haber fracasado como compositor de canciones pop. Vale que Alfonso J. Ussía no sea capaz de escribir ‘La chica de ayer’ (¿quién lo es, aparte de Antonio Vega?), pero el tío ha hecho una novela que ya le gustaría haber firmado a muchos. Se ha ganado el respeto de una crítica despiadada para la que el nombre y el apellido del autor no tenían por qué suponer aval alguno, si acaso, lo contrario. Hablo de los Víctor Lenore, los Alberto Olmos, los Diego Manrique, los Iñaki Domínguez, los Edu Galán o los Manuel Jabois, entre otros. Con ‘Vatio’, la carrera de Alfonso J. Ussía no ha hecho sino comenzar.