Los dramas y thrillers judiciales se han sobreexplotado tanto que ya parece un genero menor de sobremesa rancia, los jueces, abogados, fiscales y acusados se batallan para dirimir la cadena perpetua, la muerte o la libertad con vidas emocionantes llenas de investigación, traiciones, volantazos de trama, tensión del último minuto y demás zarandajas. Pocas veces el séptimo arte se acuerda del panadero, la stripper, el contable o la verdulera que se ven envueltos en esta vorágine de emociones por culpa de un mecanismo muy poco explotado en el cine: el jurado. En principio el papel del jurado muy cinematográfico no es, son potos puestos allí, que no pueden hablar ni hacer nada. La película clásica de jurados “Doce hombres sin piedad” sentó las bases de usarlos como muestras representativas de la sociedad de la época y ha sido plagiada, remakeada o homenajeada ochenta mil veces, pero a los jurados también se les puede amenazar, asesinar, acosar etc. y también tenemos casos de peña que no debería ser jurado ni de un concurso de escupitajos. Comedias horripilantes, retratos sociales magistrales, thriller eróticos perrunos de los noventa, un viaje a las cloacas de Nueva Delhi y mil mierdas más.