Cazar con plomo, intoxicar con plomo. Hablamos con Rafael Mateo.

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Cuando un cazador dispara su escopeta, del cañón emerge a gran velocidad un conjunto de perdigones que, si el cazador es competente, siega la vida del animal que encuentra en su camino. Durante varios siglos esos perdigones han sido de plomo, un metal barato, pesado y tóxico. Esos perdigones quedan esparcidos por el espacio natural y permanecen allí durante muchos años. Rafael Mateo Soria, Investigador del Grupo de Toxicología de Fauna Silvestre, Instituto de Investigación en recursos cinegéticos y Profesor titular de la Universidad de Castilla – La Mancha ha llevado a cabo una investigación para conocer los efectos tóxicos del plomo de los perdigones en las aves que habitan humedales como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Un lugar en el que no se puede cazar desde 1959 pero que conserva una enorme cantidad de plomo debido a las antiguas actividades de caza.