Episodio 25 - Martín Miguel de Güemes (Emiliano Díaz)
Epistolar - Un pódcast de Antología de lo íntimo - Miercoles
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Año 1818. El salteño Martín Miguel de Güemes es jefe de un cuerpo militar en el norte del país. Les decían LOS INFERNALES. Su tarea y la de sus hombres fue fundamental en la estrategia de defensa de la patria contra seis invasiones españolas. Pero Buenos Aires no le mandaba recursos. Esta carta está dirigida a su amigo y compañero de batallas, Manuel Belgrano. Le cuenta sus penurias y la de sus gauchos. Demuestra que era un hombre de acción, pero también de profundo pensamiento. Este texto tiene más de 200 años, pero muchos sentirán que fue escrito hoy. Lee el actor Emiliano Díaz. --- Carta de Martín Miguel de Güemes a Manuel Belgrano del 13 de febrero de 1818 El patriotismo se ha convertido en egoísmo. Todos los hombres se han echado con la carga y quieren que sin trabajo les llueva el maná del cielo. Semejante apatía e indolencia obliga a tomar providencias sensibles, y lo cierto es que si hemos de salvar al país, es necesario cerrar los ojos y los oídos y tomar el camino del medio. Así lo he dicho en estos últimos días, pero ni eso me ha valido. Creía que asustando un poco a estos caballeros, se ablandarían y me socorrerían. Pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría en la vanguardia y que para quedarse darían alguna cosa para ayuda de los que trabajan. Pues con todo este aparato no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. Se juntó el vecindario en casa del Alcalde de Primer Voto, y entre todos, apenas han dado cuatro porquerías con que han de auxiliar a 30 gauchos, y esto dando a uno una camisa, a otro un poncho de picote, y a otro un pedazo de jerga vieja. ¿Qué tal? ¿Caballos? Unos cuantos; acaso los peores que han podido hallar, de suerte que con dificultad llegarán a Jujuy. A vista de esto, ¿no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente, y no exceptúan ni aun el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la revolución no piensan otra cosa que engrosar sus caudales.