24 Blancanieves y los siete enanitos

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Hace muchísimos años, una reina bordaba junto a una ventana de su castillo. De pronto, se pinchó y tres gotas de sangre brotaron de su dedo. – ¡Me gustaría tener una niña de labios rojos como esta sangre, piel blanca como la nieve y cabellos negros como el azabache! – suspiró. Pasó el tiempo y así sucedió, la reina tuvo una niña bellísima a la que llamó Blancanieves. Un día, la reina murió y el rey se casó con otra mujer. La nueva reina envidiaba a Blancanieves, por ello, la humillaba imponiéndole las tareas más duras de palacio. Un día que en el que Blancanieves estaba sacando agua del pozo tuvo una conversación con sus amigos los pajaritos, pidiéndoles el siguiente favor: – Amigos míos, llevaros mi tristeza a tierras lejanas, y traerme a alguien que me libere de esta penumbra. Los pájaros volaron y volaron, difundiendo las palabras de la hermosa Blancanieves, hasta llegar a un reino donde un príncipe escuchó la historia de parte de los pajaritos y decidió ir a buscarla. Al llegar al reino, el príncipe vio asomada a Blancanieves en un pequeño balcón y le dijo: – Buenos días, princesa, los pájaros me dieron vuestro mensaje. – ¿De quién es esa voz? - preguntó Blancanieves. – De un príncipe que ha venido de un reino muy lejano para rescatar a la más hermosa mujer que jamás ha visto el mundo. La reina madastra , que estaba en una habitación cercana al balcón oyó su conversación, cogió su espejo mágico que le recordaba lo hermosa que era y le preguntó: – Espejo, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino?- preguntó la reina. – Tú eres hermosa, pero Blancanieves es más hermosa que tú- respondió el espejo. La reina al oír esas palabras se puso tan furiosa que decidió llamar a los guardias de palacio para encerrar al apuesto príncipe. – ¡Detenedlo, ha invadido los jardines de palacio!- dijo la reina. La madrastra, loca de rabia y no contenta con capturar al príncipe en un calabozo llamó a su cazador, ordenándole lo siguiente: – Deseo que lleves a Blancanieves al bosque y la mates. El cazador no fue capaz de ejecutar la perversa orden de la reina. – ¡Huye, Blancanieves! – le suplicó el cazador a Blancanieves en cuanto la vio. Blancanieves corrió despavorida, agotada y sin aliento, quedó dormida profundamente. Cuando despertó se encontró rodeada de simpáticos animalitos. Blancanieves se levantó y vio una minúscula casita a lo lejos, se acercó hasta ella y, entró. Había siete sillas diminutas, siete camitas… La casita estaba tan sucia y desordenada que Blancanieves, decidió cambiarla de aspecto. Barrió el suelo, fregó los cacharros y colocó cada cosa en su sitio. Al terminar,cansada, se echó sobre las camitas y, quedó dormida. Mientras tanto, por el bosque, regresaban a casa después de un duro día de trabajo los siete enanitos que allí vivían. – ¡Mirad! ¡La luz está encendida! – dijo el enanito más pequeño. Tomando toda clase de precauciones, abrieron la puerta. – ¡Es una linda muchacha! – exclamaron a coro. Blancanieves despertó y les contó su historia. Los enanitos conmovidos decidieron acogerla en su casa. Todas las mañanas cuando los enanitos se marchaban a trabajar, Blancanieves se dedicaba a las tareas de la casa: limpiaba, cocinaba deliciosos platos… Pero aquella alegría duró poco tiempo. – Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino? – Bello es tu rostro, pero más bella que tú es, la que ahora vive con los enanitos en el bosque, Blancanieves- respondió el espejo mágico. Al oír estas palabras, la madrastra lanzó un grito de furia: – ¡Blancanieves sigue viva!, ¡yo me encargaré de matarla!. La madrastra se transformó en bruja y envenenó una manzana. - Aquella mañana, puntuales como siempre, los enanitos salieron de casa a trabajar. La reina bruja llegó hasta la casa de los enanitos disfrazada de anciana y entró donde estaba Blancanieves. – ¡No te asustes, linda muchacha!, sólo soy una pobre anciana que viene a ofrecerte unas manzanas- dijo la reina madastra disfrazada – ¡Qué grandes y rojas están! – suspiró Blancanieves – Prueba una,… - Blancanieves ignoró el peligro, mordió la manzana y cayó desmayada al suelo. Los enanitos que habían sido alertados por los animales del bosque, corrieron para socorrerla. – ¡Blancanieves está muerta!- se lamentaron. Los siete enanitos trataron de reanimarla, pero todo fue inútil. Consternados y afligidos, construyeron una urna de cristal y metieron en ella a Blancanieves y la llevaron a un claro del bosque. Una mañana radiante de primavera llegó el príncipe, qué logró escapar del castillo. Al ver a Blancanieves, el príncipe se acercó para darle un beso de amor. La bella muchacha, cuando recibió aquél beso, se despertó como por arte de magia, rompiéndose el horrible hechizo que la mantenía dormida. Blancanieves lo abrazó y despidiéndose de sus amigos los enanitos del bosque partió hacia el reino del príncipe, donde vivieron felices para siempre.