18 La bella durmiente

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Érase una vez un reino muy lejano, cuyos reyes tuvieron a una preciosa niña. Llegado el bautizo de la recién nacida, celebraron una gran fiesta a la cual invitaron a todas las personalidades y vecinos de lugar. A todos, menos a un Hada Malvada que habitaba por las cercanías del castillo de sus majestades los reyes, de la cual se habían olvidado completamente. Muy indignada por el agravio, el Hada Malvada decidió presentarse en el castillo el día de la fiesta en honor a la pequeña niña. Sigilosa, se situó ante la pequeña y, frente a su cuna, pronunció el hada unas terribles palabras con las cuales pretendía castigar a los reyes condenando en el futuro a la pobre e inocente niña: - Cuando cumplas quince años, te situarás frente a una rueca de costura, te pincharás con su aguja al enhebrar el hilo, y morirás- Exclamó enérgicamente el Hada Malvada observando a la princesa. Afortunadamente, en aquel momento, un Hada Buena que había acudido a la fiesta de los reyes escuchó el maleficio, y una vez había marchado el Hada Malvada, decidió revertir su embrujo con las siguientes palabras: - Que esta inocente niña no muera llegado ese día, y que a cambio, permanezca dormida profundamente- Dijo el Hada Buena, compungida ante la maldad del Hada Malvada y de su encantamiento. Su padre, el rey, muy asustado ante el maleficio que el Hada Buena le había dicho presenciar, decidió acabar con todas las ruecas habidas en el castillo y así proteger a la joven princesa de que se pudiese finalmente pinchar. Sin embargo, llegado el plazo previsto por el Hada Malvada, la joven niña se topó misteriosamente en un rincón del castillo con una anciana que, sentada en una rueca y como surgida de la nada, la invitó a aprender a hilar. Y nada más comenzar a hacerlo, la princesa se pinchó con el huso cayendo profundamente dormida sobre el suelo frío del castillo real. ¡Qué tristes se encontraban los reyes observando a su niña tendida sobre una cama sin poder despertar! El Hada Buena, conmovida ante la injusticia, decidió de nuevo probar con la magia una argucia para poderlo arreglar. Y de este modo, y para evitar que nadie sufriera alrededor de la joven niña, decidió que todo el castillo la acompañase en el sueño, hasta que el encantamiento llegase un día al final. Pasaron así cien años enteros, en los cuales el reino vivió con un castillo silente y eclipsado en el tiempo. Así, hasta que un día un joven príncipe que paseaba a caballo por el lugar, de pronto se perdió entre la espesura del bosque que había crecido y ocultado el castillo ante los ojos de los nuevos habitantes del reino. Una vez llegado a las puertas de la fortaleza real, el joven no dudó ante el silencio en seguir adentrándose con su caballo, para poder descubrir de ese modo qué era lo que sucedía en aquel extraño lugar. Observó enseguida cuerpos tendidos en los jardines, en las escaleras, en los pasillos y ¡hasta en las cocinas! Pero mayor fue su sorpresa cuando en una habitación, y rodeada de flores frescas de mil colores, vio también a una preciosa joven tendida con las manos entrecruzadas, que parecía dormir profundamente, lo cual comprobó al escuchar los frágiles latidos de su corazón. - ¡Están vivos!-Gritó el joven príncipe entusiasmado. A pesar de no entender lo que sucedía a su alrededor, el joven no conseguía ponerse en marcha, inmóvil como había quedado ante la enorme belleza de la princesa y su inocente rostro. Pasado el rato, el joven la agarró fuertemente la mano, y finalmente, a punto de partir, decidió despedirse de ella dándole un tierno beso en los labios. De pronto, la princesa abrió lentamente los ojos y, tras ella, todo el castillo despertó. ¡Se había roto el encantamiento del Hada Malvada! Radiantes de alegría, agradecieron al príncipe el haberles salvado del maleficio de un sueño eterno, y de nuevo, llenaron el castillo de fiesta y bailes con los que tiñeron el reino de auténtica felicidad. Y la princesa Bella Durmiente (que así fue llamada desde entonces por los habitantes del lugar), rió y bailó como cualquier muchacha, celebrando la vida junto al también joven príncipe, que ya no se separaría de ella jamás.