Rodrigo Fresán: El valor ancestral del cuento
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“Me recuerdo, entre los cuatro o cuatro años y medio, sabiendo que iba a ser escritor, pero no sabiendo leer ni escribir”. Para Rodrigo Fresán nunca hubo plan B porque siempre soñó con escribir, más que con ser escritor. ¿Su receta? Leer con fervor, buena música de fondo y debajo de todo eso: un deseo de solitud. “Hay una cosa muy atávica y primitiva, que incluso antecede a todo el tema literario, y que es que me gusta estar solo. El leer y el escribir siguen siendo una de las pocas formas respetables de la soledad para segundos y terceros sin que piensen que te estás volviendo loco. Si dices ‘estoy leyendo, estoy escribiendo’, todavía te dejan un poco en paz”, reflexiona. Fresán no tuvo la conciencia de hacerse escritor porque sentía que era parte de su destino, y su historia se fue acomodando o desacomodando para que no pudiera hacer otra cosa que refugiarse en los libros durante su infancia y adolescencia. Épocas en las que conoció todo tipo de mundos a través de la lectura, que de otra manera no hubieran llegado para transformarle. Un camino que considera indispensable para conocer las motivaciones que hay detrás del proceso narrativo de una historia, en el que se encuentran los tres movimientos principales de todo escritor: inventar, soñar y recordar, y del que nació su trilogía ‘La parte inventada’, ‘La parte soñada’ y ‘La parte recordada’. Periodista, traductor y escritor, pone en valor el papel ancestral del cuento como herramienta terapéutica y social de los seres humanos: “La literatura no es una ciencia exacta, es una vocación infantil en la que hay que divertirse”. Autor de novelas de ficción, actualmente es considerado uno de los escritores contemporáneos más prometedores destacando obras como ‘Vidas de santos’, ‘La velocidad de las cosas’ o ‘El fondo del cielo’, entre sus publicaciones.