4. Cosmos Carl Sagan - Capitulo 4, Cielo e infierno
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Una vez el sistema Heliocéntrico fue adoptado, nuestros modelos matemáticos empezaron a verse un poco más científicos—y menos místicos. En otras palabras, nuestras ideas del universo se empezaron a basarse en la observación en vez de la fé. Al mismo tiempo, nuestra fascinación por los planetas y otros cuerpos celestes aumentó significativamente gracias a avances tecnológicos como el telescopio. Galileo fue la primera persona en observar a Venus (la diosa del amor) a través de su revolucionaria invención en 1609, y desde ese entonces nuestra imagen de esta diosa nunca volvería a ser la misma. Al ver a Venus desde tan cerca, miles de preguntas encontraron respuestas. Entendimos cosas como su tamaño, su densa atmósfera, y el hecho de que su rotación es opuesta a los demás planetas. ¡También descubrimos que sus días son más largos que sus años! Hubo otras preguntas por las que se tuvo que esperar más de tres siglos para obtener las respuestas. En el siglo XX, alrededor de doce objetos hechos por el hombre pisaron el suelo de Venus, con los cuales hemos aprendido un par de datos curiosos. Por ejemplo, su temperatura atmosférica es de 480°C y su presión atmosférica es 90 veces mayor a la de la Tierra. También nos dimos cuenta que llueve ácido sulfúrico en esta atmósfera donde el efecto invernadero es devastador. De repente “Venus empezó a verse menos como la diosa del amor y más como la mismísima encarnación del infierno” Es poco probable que los humanos colonicemos Venus, y hoy en día hay muy poco por aprender de él (o ella), pero aun así es un buen recordatorio de cómo se pueden tornar las cosas cuando el efecto invernadero se lleva al extremo.